Planchado y goleado
Higuaín metió todos los que se perdió con Nigeria y, con tres goles suyos, liquidó a Corea del Sur. Argentina estaba para golear, pero se le complicó el partido. Pero entre el Pipita, Messi y Diego, que metió a un Agüero clave para definir el partido, la Selección quedó a un paso de los octavos.
Una goleada para soñar. A la propuesta de roce que ofreció Corea del Sur, la Selección argentina le contrapuso fútbol. Ni más ni menos. Con todo lo que eso implica en un Mundial. Y en este Mundial, en el que son contados los equipos que han mostrado algo diferente. Argentina, con Higuaín, con Messi, mostró casi todo en 90 minutos.
Es cierto, se descontracturó con un gol en contra de Park Chu Young. Pero antes y después, fue más, mucho más que los asiáticos. El gol de cabeza de Higuain anunciaba una goleada que tuvo un freno en ese error de Demichelis que le permitió a Chung Young descontar cuando se moría el primer tiempo.
No hubo desesperación por el resultado apretado. Apenas una ráfaga de incertidumbre en un zurdazo coreano que se fue cerca. Enseguida, apareció Messi para romper los esquemas por la izquierda y con dos zurdazos, el segundo que dio en el palo, generar el 3-1 de Higuaín. Para el final quedó la perlita, el golazo para ponerle el moño a este resultado, ese toqueteo precioso entre Agüero, Messi y el Pipita que terminó con el hattrick del delantero del Real Madrid.
Ninguno muestra lo que muestra este equipo. La Selección ofrece lo que a todos les falta: la cantidad de situaciones de gol que genera. Si consigue dominar el partido incluso sin que Messi la emboque, cuando la Pulga empiece a meterla... Agárrense. No se sintió la ausencia de Verón, porque el medio estuvo ordenado con Maxi Rodríguez y el fútbol en el primer tiempo se lo repartieron entre Messi y Tevez. Y cuando el Apache se extenuó en la segunda etapa, Agüero entró y clarificó todo, con participación activa en el tercer y cuarto gol.
Y, sí, los octavos de final están acá nomás. Por lo pronto, la Selección mostró credenciales de candidato.
Higuaín metió todos los que se perdió con Nigeria y, con tres goles suyos, liquidó a Corea del Sur. Argentina estaba para golear, pero se le complicó el partido. Pero entre el Pipita, Messi y Diego, que metió a un Agüero clave para definir el partido, la Selección quedó a un paso de los octavos.
Una goleada para soñar. A la propuesta de roce que ofreció Corea del Sur, la Selección argentina le contrapuso fútbol. Ni más ni menos. Con todo lo que eso implica en un Mundial. Y en este Mundial, en el que son contados los equipos que han mostrado algo diferente. Argentina, con Higuaín, con Messi, mostró casi todo en 90 minutos.
Es cierto, se descontracturó con un gol en contra de Park Chu Young. Pero antes y después, fue más, mucho más que los asiáticos. El gol de cabeza de Higuain anunciaba una goleada que tuvo un freno en ese error de Demichelis que le permitió a Chung Young descontar cuando se moría el primer tiempo.
No hubo desesperación por el resultado apretado. Apenas una ráfaga de incertidumbre en un zurdazo coreano que se fue cerca. Enseguida, apareció Messi para romper los esquemas por la izquierda y con dos zurdazos, el segundo que dio en el palo, generar el 3-1 de Higuaín. Para el final quedó la perlita, el golazo para ponerle el moño a este resultado, ese toqueteo precioso entre Agüero, Messi y el Pipita que terminó con el hattrick del delantero del Real Madrid.
Ninguno muestra lo que muestra este equipo. La Selección ofrece lo que a todos les falta: la cantidad de situaciones de gol que genera. Si consigue dominar el partido incluso sin que Messi la emboque, cuando la Pulga empiece a meterla... Agárrense. No se sintió la ausencia de Verón, porque el medio estuvo ordenado con Maxi Rodríguez y el fútbol en el primer tiempo se lo repartieron entre Messi y Tevez. Y cuando el Apache se extenuó en la segunda etapa, Agüero entró y clarificó todo, con participación activa en el tercer y cuarto gol.
Y, sí, los octavos de final están acá nomás. Por lo pronto, la Selección mostró credenciales de candidato.
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